Reserva de la Biosfera
Una Reserva de la Biosfera es un territorio declarado por el Programa Hombre y Biosfera de la UNESCO que busca el desarrollo de sus habitantes en consonancia con la conservación del entorno, propiciando la relación entre el hombre y la naturaleza.
Este tipo de espacio se distingue de otros porque el hombre es parte esencial de él; la naturaleza que hoy tenemos es el producto de una evolución conjunta del hombre con el medio natural, cosa que se hizo de manera armónica durante milenios, pero desde la Revolución Industrial los cambios fueron mucho más bruscos, rompiéndose ese equilibrio.
Por tanto, las Reservas de la Biosfera no constituyen una nueva categoría de espacio natural protegido, sino que responden a una concepción más amplia y ambiciosa como es la de servir de espacio para la experimentación de modelos de desarrollo sostenible que armonicen los fines de la conservación tanto de recursos naturales como culturales.
La Reserva de Biosfera de La Rioja, declarada el 3 de julio de 2003, se encuentra en el límite sur oriental de La Rioja y ocupa casi un 24% del territorio regional (116.669 hectáreas) repartidas en cuatro valles: Leza, Jubera, Cidacos y Alhama-Linares
Todos los municipios del valle del Leza (Camero Viejo) están incluidos dentro de la Reserva
La reserva tiene muchos valores destacando los naturales, historicos y culturales
La Reserva, posee un acervo histórico de culturas que la han poblado desde el Neolítico hasta la actualidad. Por el territorio de la Reserva han pasado los pueblos más importantes: culturas neolíticas, de la Edad del Hierro, celtas, romanos, visigodos, árabes. Paseando por los cuatro valles con el prisma de la historia podremos observar el legado que nos han dejado. Encontraremos dólmenes, asentamientos de la Edad del hierro, regadíos árabes, castillos, iglesias, ermitas, palacios, casas solariegas, algunas habitadas en nuestros días, y otras convertidas en museos.
El Neolítico ha dejado rutas dolménicas muy interesantes en el Valle del Leza, destacando el Dolmen de Collado Mayo en Trevijano, que se trata de un monumento funerario de 4.640 años de antigüedad. También existen restos dolménicos en Torre y San Román de Cameros.
Laguna de Cameros, una población con muchas caras y todas semejantes. Asoma la piedra en las plantas bajas pero más arriba crecen el adobe y la cal. Vidas uniformes. Laguna nos recibe impoluta sobre alfombras empedradas. Por estas tierras, los nombres mudan en cada muga. Bajo nosotros, discurre el río Mayor, que en San Román es el Leza.
Plantamos los pies sobre la plaza José de la Cámara y Moreno, un emigrante afortunado y agradecido con su pueblo. Nos cuentan que donó las escuelas y entendemos que difícilmente podía haber mejor regalo para la mente. Entramos en una iglesia del siglo XVI construida en ofrenda a Nuestra Señora de la Asunción. El templo religioso custodia un imponente retablo barroco y una réplica de la Sábana Santa de Turín que descubre como donante a Juan Antonio de Irusta y Alonso de Tejada. La lista de laguchinos ilustres evoca instituciones nobiliarias y señores medievales. En el Museo del Solar de Tejada, nos adentramos en una de las casas privilegiadas más antiguas de España.
Ascendemos para ganar perspectiva sobre los entresijos de Laguna. Algunas chimeneas humean en silencio. Nos señalan la ruta hacia el puerto de Sancho Leza, la coyuntura entre los valles de los dos Cameros, el viejo y el nuevo.
Aquí una vez hubo hasta 1.200 habitantes. De camino a la ermita de Santo Domingo de Silos, imaginamos cómo serían las procesiones entonces. La muchedumbre tomando la montaña. Dicen que el beato cumplió penitencia en estos riscos y ese sacrificio pervive como devoción.
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